Queridos amigos y amigas:
He creído oportuno dirigirme a vosotros en forma epistolar porque no he encontrado un medio que se adapte mejor a esta situación que afronto con un poco de tristeza. Me explico: tristeza por no poder estar ahí acompañándoos en la presentación de este libro, en la que tanto me gustaría estar, pues es como perderme un bautizo, en este caso, de un hijo compartido con Javier Gilabert; no nos vamos a poner a discutir ahora sobre quién es el padre y quién la madre, Javier, no sé si estarás de acuerdo conmigo en que los dos hemos sido progenitores a partes iguales, los dos somos padre y madre de estos sonetos salidos de las entrañas, paridos con dolor pero también con la alegría de constatar que hoy ven la luz a los ojos de los lectores. Y siguiendo con el símil, quiero citar a los padrinos y a las madrinas de este libro para agradecerles de todo corazón su esfuerzo en la génesis de este proyecto poético- solidario. Mi agradecimiento, pues, a la editorial Esdrújula y a Mariana Lozano por sostener el alumbramiento; a la ONG Médicos del Mundo y a Pablo Simón, por creer en este hijo; a Remedios Sánchez por regalarnos un magnífico prólogo; a María Gómez por las fantásticas ilustraciones; a ti Javier –aunque ahora te estés dando las gracias a ti mismo-, por la amistad y por ser el motor de la difusión de este proyecto, y, por supuesto, a todo el público asistente a este acto; vuestra presencia pone de manifiesto que incluso en los momentos difíciles hay personas que creen en la importancia de la cultura y más aún en la poesía.
La cultura es uno de los pocos patrimonios que nos quedan en las altas regiones del altruismo y del perfeccionamiento ético y moral; ¡qué bueno es que existan todavía, aunque cada vez menos, motivos para pensar en la importancia de lo que no es pragmático! ¿De qué sirve ver un cuadro o leer un poema? Pues en un sentido práctico, no sirve para nada. Creo que Sonetos para el fin del mundo conocido es un ejemplo paradigmático de lo no utilitario, pues su génesis fue una acción lúdica, nació del «juego de hacer versos» (que diría Gil de Biedma), un juego compartido en este caso, como bálsamo y refugio contra la angustia, el dolor, la incertidumbre, el miedo hacia lo desconocido y, sobre todo, para llenar el horror vacui que nos produce el ocio en este sistema social tan imperfecto que tenemos. La escritura, la creación poética y su recepción (la lectura) se traducen en momentos únicos en los que la vida se concentra en sí misma: nos olvidamos por unos instantes del trabajo y de nuestro rendimiento personal, para referirnos al placer de lo lúdico.
El germen del proyecto fue un cuarteto que subí a las redes sociales durante el inicio del confinamiento, (si no me equivoco fue el primero del «Soneto del poeta confinado»). A partir de ahí Javier me tiró el guante y me propuso continuar entre los dos los 10 versos restantes del poema. La propia dinámica de creación de este libro, (que surgió así, de un post de Facebook), es un reflejo de aquellos días vividos en que las redes sociales y las videoconferencias se convirtieron en nuestras plazas públicas. Estos puntos de encuentro erigidos en ciudades virtuales nos permitieron a Javier y a mí (él desde Granada y yo desde Rennes) forjar una amistad y gestar este proyecto que hoy tenemos la inmensa alegría de ver convertido en libro gracias a Esdrújula Ediciones.
Como veis, desde el mismo germen del proyecto, la atmósfera lúdica de la poesía alumbró nuestro proceso creativo. Y eso fue un bálsamo durante el difícil trance del confinamiento. La lectura de poesía y su creación nos permiten descansar, concentrarnos y meditar sobre la realidad para así trascenderla y llegar a un conocimiento verdadero de lo que nos rodea; un conocimiento que no está basado en la acumulación de datos, en el bombardeo informativo de los canales de comunicación en los que nos pegamos un atracón de cifras y estadísticas que aceptamos porque sí, sin más; por no decir que en la mayoría de los casos sólo leemos los titulares de las noticias compartidas por Facebook o Twitter, un síntoma lógico de esa acumulación a la que me refería.
La poesía sin embargo nos da pie al reposo. La poesía no empacha ni se presta al atracón y a la mala digestión de algo que se ha tragado rápidamente sin masticar. Coger un libro, sentarnos, recrearnos con la melodía del lenguaje y sus metáforas, y desentrañar el sabor de un significado que se presenta con muchos matices, es precisamente todo lo contrario de lo pragmático, de la inmediatez de un lenguaje unidimensional que deja de ser comunicativo para convertirse en acumulativo. No me entendáis mal, por favor, y que no se sientan ofendidos los periodistas de la sala. Gracias a los medios de comunicación y a la tecnología estamos más informados que nunca; sin embargo, ese atracón al que me refería, fruto de la hipercomunicación, nos puede generar una ansiedad y un miedo irracional frente la realidad, ante los cuales la poesía nos abre una puerta para respirar y desembarazarnos de la angustia.
Decía que este libro es un ejemplo paradigmático del carácter altruista de la poesía, pues nació de lo lúdico, pero, además, y creo que esto es lo más interesante de este proyecto, los beneficios económicos derivados de su venta van a ir destinados a la ONG Médicos del Mundo. Esto lo teníamos muy claro Javier y yo desde el momento en que se nos ocurrió editar los poemas; no queríamos rédito ninguno. Queríamos apoyar de alguna manera la gran labor que está haciendo el sector sanitario en esta pandemia. Por esa razón decidimos dedicar el libro a los sanitarios de todo el mundo y donar sus beneficios a Médicos del Mundo España.
Los poemas que se encuentran en Sonetos para el fin del mundo conocido no son obras maestras, y humildemente lo reconocemos; tampoco era nuestra intención, pues ni el método de escritura ni la situación que los inspiraron lo permitían. Estos sonetos son, (y aquí también humildemente reconocemos nuestra victoria), sin embargo, el testimonio poético de un tiempo aciago, que quedará guardado en las bibliotecas para los lectores del futuro. No iba a estar presente solo esta tragedia en las estanterías de las hemerotecas…
Comenzaba mi carta alabando las bondades del medio epistolar que he decidido utilizar para esta intervención, y es que creo que se adapta perfectamente a mi cometido y al sentido de este proyecto. Al cometido, porque me permite dirigirme a vosotros, con mi voz, aunque sea in absentia: esa es la función de toda carta, ¿no? Y digo que engarza muy bien con el sentido del proyecto porque en los dos casos, con la forma epistolar (para esta presentación), y con la forma del soneto para la composición del libro, se ha echado mano de la tradición, pero de una tradición actualizada, y que resulta totalmente compatible para tratar los temas de nuestro tiempo presente. El molde cerrado del soneto nos permitió a Javier y a mí llevar a cabo una técnica de escritura al alimón y además reflejaba nítidamente nuestra concepción de la poesía. El soneto, un molde clásico que ha resistido al paso del tiempo puede servir para hablar de la actualidad: la historia de la poesía nos enseña que siempre fue una estructura poética adecuada para tratar desde los temas más anecdóticos a los más metafísicos, o incluso para el humor y la parodia. Y siguiendo con esta concepción sobre la poesía, el soneto es, bajo nuestro punto de vista, el paradigma de un lenguaje poético que se recrea en el ritmo, en la melodía, en la agudeza del concepto para trascender significados; es, en definitiva, la máxima representación del lenguaje lúdico que sirve de antítesis a ese lenguaje unidimensional y acumulativo al que me refería anteriormente.
No quería despedirme sin antes volver a agradeceros vuestra asistencia a este acto y presentaros mis disculpas por la extensión de mi carta. Como manda la tradición, me despido cordialmente y con la esperanza de que los «Sonetos para el fin del mundo conocido» os sirvan de lectura reposada en estos tiempos aciagos.
Diego Medina Poveda
Rennes, 7 de enero de 2021