Julen Carreño: «La poesía se cocina en casa, pero ha de servirse a pie de calle»
En esta entrega de nuestra sección, Fernando y yo tenemos el placer de charlar con un poeta que es, además, una magnífica persona y de cuya amistad ya disfrutamos a raíz de su entre2vista. Analizamos su trayectoria, su poética, sus numerosos premios o sus viajes, entre otros temas.
«Javier Gilabert (J.G.): Leo sobre ti en una entrevista anterior: “Poeta por gusto, abogado por elección y profesor por vocación”. Esto me lo tienes que explicar…
Julen Carreño: No sé dónde ni cuándo dije eso pero, más que explicarlo, permíteme elevar una enmienda a mí mismo: poeta por necesidad, abogado por bendito error y educador por devoción. Creo que eso es lo más justo, si he de salvar los rótulos, a pesar de que el de poeta me viene todavía grande. En cualquier caso, es una buena combinación. Cierto es que he dado algunos rodeos laborales y que me ha tocado reinventarme unas cuantas veces pero, ¿a quién no, en los tiempos que corren? Con todo, si algo tuviera que definirme, no sería nada de eso. Muy vacío ha de estar un hombre para agotar su identidad en una profesión. En este sentido, me confieso un eudemonista incorregible y, sin lugar a dudas, si tuviera que presentarme, lo que más se llevaría de mí sería llamarme marido y padre. En mi familia está mi felicidad y el bien supremo al que aspiro.
J.G.: Eres alicantino, criado en San Sebastián, te formas en Navarra, trabajas en Madrid como abogado, vives un tiempo en Oklahoma y echas raíces en Sevilla. ¿Puede decirse que has encontrado ya tu sitio? ¿Es la poesía una forma de ayudarte a tener los pies en el suelo?
Julen Carreño: No voy a negar que he caído de pie en Sevilla. Es una ciudad mágica e inspiradora, tengo familia aquí y soy feliz en mi trabajo. Pero he encontrado mi sitio en cada una de las ciudades que has citado y, honestamente, no creo en eso de un lugar para uno. Al menos, no para mí. Soy un tipo poco arraigado al territorio y remotamente folclórico… Mi apego es hacia las personas y se forja en la experiencia personal, no en ideales y banderas.