Presagio de mudanza
Se olvidará de mí la vida un día,
se olvidará la luz de despertarme,
y el tornasol del Sol vendrá a velarme
con Luna de mortaja compañía.
Estoy ahí, ahí, la voz vacía,
rogando ay y aliento para alzarme,
en la garganta un garfio al que aferrarme,
y el grito preso en la mordaza estría.
Heme ahí sola carne desahuciada.
Un cuerpo inerme, lívido e ingrato,
recién ceniza lo que fuera llama.
Heme aquí: esto. El alma descarnada.
Como aguardando de otra voz mandato
que le ordene: Levántate ÿ ama.